HAN DICHO...

"ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO": DEL ACTOR DISFRUTÓN

 

Entre bobos anda el juego, de Francisco de Rojas Zorrilla, en versión de Yolanda Pallín y dirección de Eduardo Vasco se presentó en el Teatro Cervantes de Málaga dentro de la programación del Festival de Teatro, logrando un prolongado aplauso de los asistentes. Y no es para menos.

Esta comedia del Siglo de Oro contiene los elementos imprescindibles para que los asistentes disfruten con los enredos de unos personajes a los que siempre, por muy malas personas que sean, terminas por tomarle afecto. Y en la versión de Noviembre Compañía de Teatro, ese acercamiento consigue buena parte de un resultado más que satisfactorio. Los personajes viven en un mundo donde las apariencias, o las buenas maneras, la educación del momento, limita sus más íntimas voluntades. Don Lucas, hombre de dinero y presuntuosos, aunque cobarde en el fondo, va a casarse con doña Isabel, pero la trata como una buena compra, como un buen negocio.

El padre de la novia, algo arruinado, encantado de la vida. Pero Isabel se enamoró de un joven que sólo vio una vez y que la sacó de un apuro. El mismo que resulta ser primo y portavoz del presunto novio. Y para más enredo un obsesivo pretendiente, mas la hermana barbuda del comprador de esposa. El embrollo que se va generando parece no tener salida. Todos los espectadores sabemos los verdaderos errores, y expectantes esperamos a ver cómo se resuelve la maraña. La opción deseada es que gane el amor y que los personajes innobles reciban su escarmiento. Y así será. Pero para llegar a eso la dirección nos pone delante un espectáculo lleno de ritmo.

Nos muestra una comedia en la que los protagonistas, a pesar de sus básicas construcciones dramáticas, nos descubren un fondo lleno de humanidad. Esa humanidad que se equívoca, que es cabezota y a la vez capaz de ser dúctil. Esa en la que los personajes se sienten heridos, celosos, correspondidos o felices.

Eso que va más allá de la lectura elemental de la conocida como comedia de figurón. Y ahí los actores nadan como pez en el agua. En el desenfrenado ir y venir de palabras hay espacio para que el actor nos muestre el lado íntimo de ese tipo imaginario que figura en la obra literaria. Y disfrutar. Atraer la mirada del espectador en el momento preciso, tomar su espacio y regalarnos su trabajo.

Si algo más nos atrapa de esta función es ese aire de disfrutón que percibimos. Eso que nos hace entrar en la convención de la comedia y reír a carcajadas con lo que en la vida real sería para pensárselo dos veces.

 

Paco Inestrosa

La opinión de Málaga

12/01/2020

EL FIGURÓN VA DE CAMINO A CAVAÑAS

 

Anda: resulta que para encontrar un teatro que ridiculice a los poderosos y a quienes presumen de serlo, que ponga en su sitio a los cantamañanas de turno que utilizan a todo el mundo a su antojo y que, de paso, brinde al público la mejor comedia, hay que irse a Rojas Zorrilla y al Siglo de Oro. Eduardo Vasco rescata con toda oportunidad su comedia de Don Lucas del Cigarral y, si bien añade argumentos más que notables a la reivindicación de la que parece ser objeto Rojas Zorrilla, ofrece un espectáculo armado con fidelidad en la misma estética del Barroco y en el que continuamente se tienen ganas de cantar, bailar y jugar. Entre bobos anda el juego empieza de hecho en plena mojiganga, guitarra en mano y con las cartas boca arriba: lo que sucede a partir de aquí es una comedia arrebatada, gamberra, travestida, atrevida, peleona, que dice ser en un instante lo que ha negado ser el anterior. Lo mejor, eso sí, es advertir cómo semejante desmadre obedece a una dirección escénica milimétrica y crecida en el detalle: la diversión, abundante, no es aquí casualidad gratuita sino que obedece al trabajo bien hecho y a la dosificación perfecta y eficaz de los estímulos.

La comedia de figurón adquiere así matices políticos: Entre bobos anda el juego es una obra feminista que se mofa de unas convenciones sostenidas en la compraventa de personas y afectos. La aplicación de semejantes presupuestos al siglo XXI entrañaría una bomba, pero mientras aquí los pérfidos se llevan los suyo el público se lo pasa en grande. Nada de esto tendría sentido, claro, sin este reparto en estado de gracia, con un José Ramón Iglesias desatado y un Arturo Querejetamaestro en la dicción y el sentido, sólo por citar dos nombres. Salir canturreando aquello de Vamos de camino a Cavañas no tiene precio. Benditos sean.

 

Pablo Bujalance

Málaga Hoy

10/01/2020

"ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO": LA MODERNIDAD CREATIVA DEL TEATRO CLÁSICO.

 

«Eduardo Vasco nos sorprende con un montaje pleno de juego, de complicidades, de guiños y pequeños gestos cargados de segundos sentidos»

 

Entre bobos anda el juego es una genial, creativa y moderna puesta en escena de la comedia clásica del toledano Francisco de Rojas Zorrilla. Una pieza se considera clásica porque es valiosa para su tiempo y para siempre y porque se mantiene vigente en el presente. Esta obra, con la versión diáfana y clarificadora de Yolanda Pallín y la dramaturgia inconfundible de Eduardo Vasco, sirve para acercar y paladear con sumo gusto y plena satisfacción, con su toque fresco, juvenil y atrayente y con algunas licencias geniales, un clásico que maravilla. En fondo y forma un prodigio de creatividad, sensibilidad, buen gusto y diversión; y todo ello manteniendo fidelidad al original y a su espíritu burlón

Rojas Zorrilla, como autor de comedias, es tenido como dramaturgo de primer orden, destacando por su intensidad cómica, por la segura caracterización de los personajes, por la movilidad de la acción, libertad en la intriga, variedad de ambientes y situaciones, acusada tendencia a la caricatura y a veces al sarcasmo. La más conocida de las obras cómicas del autor es Entre bobos anda el juego, compuesta sobre el tópico del viejo rico que pretende casar con una joven. Es esta una comedia de las mal llamadas de «figurón», de estilo más sencillo que las de sus contemporáneos Lope, Tirso de Molina o Calderón, y revestida de cierta modernidad; con un lenguaje expresivo sencillo con mucha fuerza y viveza y alejado de culteranismos, aunque sí con donaire y con cierto gusto por la ornamentación. El motivo central, encarnado en el protagonista, don Lucas, es el de un palurdo avaro, grotesco y miserable, pedante y vanidoso, que concierta su matrimonio con una joven pobre; para recogerla envía a un primo suyo –un perfecto galán de comedia- que enamora y se queda con la novia. Hay un enredo asaz complicado con otras damas y pretendientes, que hacen posible la acumulación de falsas situaciones, equívocos, confusiones que confieren al nudo de la obra su gracia, su humor y su desenvoltura. Encomiable es el texto, al principio de la comedia, en el que Cabellera dibuja una pintoresca estampa de su amo don Lucas, enumerando sus «partes»” físicas y morales, aunque con no poco de clisé cómico.

Entre bobos anda el juego tiene un carácter claramente burlesco, y su título constituye el amenazador estribillo del protagonista. Vasco acentúa la burla con el mensaje de que solo el amor (los amantes) es bueno y todos los maridos son malos. En esta propuesta se resalta en clave humorística el espíritu en cierto modo transgresor y «canalla» que el autor ofrece en su texto.

Una  dirección brillante. Podría decir que Eduardo Vasco nos sorprende (a mí ya no me sorprende nada de él, más bien me fascina) con un montaje pleno de juego, de complicidades, de guiños y pequeños gestos cargados de segundos sentidos. El minimalismo teatral está perfectamente incluido en lo más aparencial de la representación con un cuidado exquisito. Aquí lo encontramos más festivo, más juguetón y más fresco que nunca y tan profesional, estudioso y meticuloso como siempre. Gran conocedor de nuestro teatro clásico, lo maneja con enorme soltura y por ello se permite licencias plenas de sabiduría y sutileza, cuyo fin es eminentemente psicológico y empático para ligar lo clásico con el público actual.

Muy buena interpretación, equilibrada en todo el elenco de actores con tipos físicos que se adecuan perfectamente a sus papeles (excepción hecha, por razones obvias, de doña Alfonsa –en el texto mujer fea- interpretada con enorme gracejo por un actor barbado. Este elemento trasgresor de travestismo es una de las licencias de la dramaturgia que da mucho juego escénico y cómico en la representación). Eduardo Querejeta, ¡qué actor más sabio!, es el rey del gesto, con una mueca llena una escena y trasmite un mensaje, crea un Cabellera magnífico, pleno de humor, pillería y retranca. José Ramón Iglesias configura un don Lucas apoteósico, soberbio, crecido, presuntuoso, cambiante, tan exagerado como su sombrero y tan equilibrado como su talle, lleno de matices que responden a situaciones diversas, es el más barroquista de todos. Isabel Rodes encarna una doña Isabel inteligente, mujer, mujer, con emociones y sabiendo lo que quiere; utilizando la razón como razón de su relación para no dejar que nadie le imponga su criterio; pareciera que no actúa, sino que vive y ese es, creo, el mejor elogio. La actriz toledana de origen, Elena Rayos, borda el papel de Andrea con la elegancia de matices que adornan un damasquino, hila muy fino en una interpretación llena de filigranas. El joven aunque sobradamente preparado Rafael Ortiz configura un don Pedro poliédrico y en cada cara dibuja el estado de un personaje en una situación vital; tiene fuerza y voz, sobre todo voz, algo de lo que hay que dejar constancia. Francisco Rojas perfila un don Luis fastuoso del que logra sacar un humor que llega al público esencialmente por la teatralidad de detalles interpretativos como el del uso del cojín y el arrodillamiento. José Vicente Ramos pulimenta un don Antonio esculpido en la sobriedad nada severa que hace creíble y verosímil al personaje. Doña Alfonsa es interpretada con mucha gracia, por cierto, por el actor Antonio de Cos, cuyo buen trabajo resulta más simpático que extravagante. Manuel Pico, en el papel más leve de Carranza, mimetiza un criado muy complementado con su amo y bien diferenciado en matices de los demás personajes. En todos hay que resaltar el depurado trabajo de dicción. Que el texto se entienda muy bien, ya sea en gritos o en susurros, es producto de una labor concienzuda de dirección y equipo y no de una intuición individual.

La mínima escenografía aquí supone la excelencia imaginativa para crear espacios supuestos reconocibles por el espectador. Singular valor tienen los bellos telones que aportan una sobresaliente y sencilla ambientación a la vez que dan idea del itinerario en el que la acción se desarrolla. La iluminación favorece la brillantez de la escena y magnifica el colorismo de las indumentarias.

Mención aparte, por su protagonismo, merece la música, de la que, como es habitual en la compañía Noviembre, se encarga su director Eduardo Vasco. Canciones y ruidos son elementos significativos del espectáculo: le dotan de viveza, dinamismo, originalidad, actualización conceptual y, por supuesto, de belleza y armonía. Voces e instrumentos, todo muy empastado, afinado y armónico; lo llevan a cabo los nueve actores que participan en la obra. Muy significativas y logradas artísticamente son la canción inicial con el mensaje de que todos los maridos son malos, la atrevida y primorosa ranchera, la escena de la cabalgada de don Luis o el número coral poprock. La música en esta obra, y en todas las de Vasco, es siempre un contraste en un contexto, es decir, arte excelente.

Los figurines de Lorenzo Caprile, para los personajes femeninos, además de diseño, aportan una finura, un colorido, unas texturas de un preciosismo magnífico, que contrastan con los clásicos de los personajes masculinos, también preciosistas y barrocos, de sastrería Cornejo.

Entre bobos anda el juego resultó un espectáculo de teatro de los que merecen verse, disfrutarse y aplaudirse, porque siendo clásico aporta novedad, actualización y saber teatral. El público toledano, que llenaba el teatro, dedicó puesto en pie una más que merecida y larga ovación al trabajo de la compañía Noviembre.

 

Antonio Illán Illán

ABC

09/11/2019

PÓKER DE ASES

 

Entre bobos anda el juego es uno de esos montajes en los que con solo echar un vistazo al programa de mano y advertir el equipo artístico y técnico que lo respalda, se tiene la certeza de que ganará el absoluto favor del público. Y así fue este sábado en el Museo de la Universidad de Navarra, donde se pudo disfrutar de esta magnífica coproducción de Noviembre Teatro y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

La obra, una comedia de figurón escrita por Rojas Zorrilla, desarrolla la historia de un enredo amoroso que tiene como protagonistas a doña Isabel y a don Pedro. El amor secreto que se guardan se verá desafiado por las pretensiones matrimoniales de don Lucas de Cigarral, un tipejo despreciable, pernicioso, interesado y extravagante que encontrará en doña Isabel a la mujer hermosa que adquirir con su fortuna. A este contratiempo armado por el padre de ella se sumará el acoso y derribo que don Luis y doña Alfonsa hacen a la pareja de amantes, multiplicando las confusiones y confesiones amorosas.

El binomio formado por la dramaturga Yolanda Pallín y el director Eduardo Vasco logra una adaptación de la obra que conjuga el respeto por el texto clásico con la debida actualización del código humorístico que el público necesita. La comedia llega a sus cotas más altas gracias a la soberbia interpretación de todos los actores; y en especial de Arturo Querejeta y José Ramón Iglesias. Este último da vida a un Lucas de Cigarral rebosante de repulsivos comportamientos y un desparpajo carismático y despreciable a partes iguales que lo hacen memorable.

Pero si en algo destaca Entre bobos anda el juego es en la fluidez y agilidad con la que la trama avanza. En este sentido, es el óptimo trabajo coral que realizan los personajes secundarios el encargado de instaurar un ritmo frenético que complementa a la acción principal y no da tregua, dejando al espectador el tiempo justo para que asimile lo que pasa sobre el escenario.

A ello se añade un inteligente uso de la ambientación musical, que se hace presente en los momentos oportunos. Esta logra salpicar la comedia con una pequeña dosis de anacronismo gamberro que la dota de ese clima festivo y juerguista tan imprescindible en la fiesta del teatro barroco.

Todo ello envuelto en la atmósfera de contrastes que genera el diseño de luces del formidable Miguel Ángel Camacho y la estupenda escenografía de Carolina González. Las múltiples localizaciones en las que la historia tiene lugar se materializan a través de una serie de mapas antiguos pintados sobre telas, generando el ambiente viajero y castellano idóneo para los encuentros entre personajes.

Con Entre bobos anda el juego, Noviembre Teatro regala otro impecable montaje marcado con el sello de calidad y buen gusto que siempre traen consigo.

Ana Artajo

Diario de Navarra

21/10/2019

...NO HAY, MARIDO BUENO...

 

Noviembre pone en pie al público del Aurea con una versión redonda de 'Entre bobos anda el juego'

 

Entre bobos anda el juego es la obra por excelencia de las comedias de figurón, aquellas que giran en torno a un personaje al que no le falta detalle,  petulante, creído, sabiondo, en definitiva, enamorado de sí mismo y al que nadie traga, que es justo el caso don Lucas el Cigarral protagonista de este texto de Rojas Zorrilla con el que la compañía Noviembre ha vuelto a enamorar al público del Festival Internacional de Teatro Clásico.  

De principio a fin, nada desentona en esta pieza que en general habla de dos enamorados, doña Isabel y don Pedro que tendrán que burlar al «galán de entremés», don Lucas, con quien se ha concertado el matrimonio de ella, y a su hermana, doña Alfonsa, enamorada de don Pedro. Un relato de entradas y salidas, encuentros y desencuentros, que el director de la compañía, Eduardo Vasco, convierte en una suerte de vodevil, en el que también cabe un amante herido, don Luis del que nadie da cuenta, y dos criados, Caballera y Andrea, sin los que la historia no llegaría a su final feliz.

Apoyado en una versión de Yolanda Pallín que demuestra que el texto de Zorrilla tiene vigencia hoy, Vasco consigue una pieza ágil y fresca, con guiños al público del siglo XXI que no chirrían. No faltan los golpes de efecto, ni la música en directo, propias de esta formación que compone una pieza nacida para entretener. Una directriz que tiene muy clara el elenco entregado a la propuesta de Vasco, con el que dibujan sobre el escenario una comedia redonda. Una pieza donde todos destacan,  y algunos sobresalen como es el caso de  don Lucas,  que lleva buena parte del peso de esta comedia, interpretado por  José Ramón Iglesias, que sin caer  en el exceso, algo muy fácil en este tipo de papeles, cumple  a la perfección con este caricaturesco galán, «muy cortísimo de talle,/y larguísimo de cuerpo.../zambo un poco, calvo un poco,/ dos pocos verdimoreno, / tres pocos desaliñado /y cuarenta muchos puerco», como relata su criado Cabellera, otra pieza clave a tener en cuenta. Por dos cosas, por la función del  personaje, la de favorecer el amor,y porque se mete en su piel Arturo Querejeta, que vuelve demostrar que tirar el verso es un don que sólo algunos tienen. Nadie desentona, empezando por Daniel Albaladejo, que componen un galán sufrido, enamorado y hasta enfadado y terminando por una mujer cargada de carácter como la que dibuja Isabel Rodes. Con parada en Antonio Cos, que hace las veces de doña Alfonsa, recordando con este cambio de género al teatro isabelino.   

Y todo esto, texto y trabajo actoral, vestido para la ocasión, con una escenografía breve, que Lorenzo Caprile convierte en una pasarela del siglo de Oro.

M.S.

La tribuna de Ciudad Real

17/07/2019

"ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO", UNA CARCAJADA CONTINUA QUE LLENA EL ÁUREA.

 

De la mano de Noviembre Teatro y en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) llega a Almagro Francisco de Rojas Zorrilla con su obra ´Entre bobos anda el juego`. En su estreno en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, el elenco logró que el público uniese sus risas en una misma carcajada durante los 85 minutos que dura la representación.

 

Bajo la versión de Yolanda Pallín y la dirección de Eduardo Vasco se esconde ´Entre bobos anda el juego`, una de las comedias del Siglo de Oro y, más en concreto, de Francisco de Rojas Zorrilla. Una apuesta por la puesta en escena del más puro teatro clásico mezclada con música en directo que deja destellos de actualidad, vanguardia y modernidad. Vasco, junto a todo el equipo, ha conseguido lo que cualquier director y grupo desea: la carcajada al unísono de todo el público durante toda la representación y, sobre todo, el disfrute y gozo del público presente.

El elenco, repleto de profesionalidad y de buen humor, está formado por la bella dama de todas las comedias llamada Doña Isabel y protagonizada por Isabel Rodes; por un protagonista José Ramón Iglesias que encarna al adinerado Don Lucas; por un auténtico Don Juan llamado Don Pedro al que da vida Daniel Albaladejo; y por un sirviente de poco pelo llamado Cabellera y encarnado por Arturo Querejeta. Completan este fabuloso elenco y reparto David Boceta, Rafael Ortiz, José Vicente Ramos, Elena Rayos y Antonio de Cos.

La comedia se estrenó ayer martes 16 en el Festival de Almagro y podrá disfrutarse una vez más hoy 17 a las 20:00h en la Antigua Universidad Renacentista de la localidad, espacio que acogerá durante los próximos días más y más éxitos haciendo así de este festival y de este pueblo la sede del teatro clásico durante todo el mes de julio.

Celia García-Ceca

Lanza

17/07/2019

 

"ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO" ROZÓ LA PERFECCIÓN EN EL FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE PEÑÍSCOLA.

 

El público completó el aforo del Patio de Armas del Castillo para presenciar la noche del sábado el montaje, fruto de la colaboración entre la Compañía Noviembre y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, de la obra de Francisco de Rojas Zorrilla.

 

Con una sobria escenografía perfectamente iluminada y un minimalista atrezzo, el elenco de actores y actrices supo dar veracidad a un texto complicado siempre y adaptado para la ocasión por Yolanda Pallín. Hora y media de representación con algún que otro guiño a la modernidad, especialmente musical, que en ningún caso chirría, sino que lejos de ello, hace todavía más entretenida la comedia del dramaturgo del siglo XVII. Una comedia en verso que llegaba al oído de los espectadores con un ritmo fluido y una dicción envidiable por parte de todo el reparto. Especialmente dulces esos versos en la boca de Daniel Albadalejo, encarnando a Don Pedro, armonizando los tonos a la perfección tanto en los momentos de amor como en los de celos.

Y es que son los celos el hilo argumental y el armazón de esta comedia, “Entre bobos anda el juego”, unos celos fundados o infundados según los enredos se desarrollan en una u otra dirección. Isabel Rodes, en el papel de Doña Isabel, representa con total solvencia la figura de una mujer bella y enamorada a la par que valiente y resolutiva, mientras que José Ramón Iglesias, como Don Lucas, lleva su papel al histrionismo convincente en aras de la complicidad con el público y la agudeza del humor de un texto repleto de versos quebrados que hay que saber engarzar. Un reparto sin fisuras tampoco en lo que a los intérpretes secundarios se refiere, algo imprescindible en obras tan corales, y un añadido más a un contrastado trabajo de dirección de Eduardo Vasco.

Grande este Festival de Teatro Clásico de Peñíscola que crece cada año, y ya van veintisiete, de la mano de la Diputación, y del Director y también actor, Carles Benlliure, con espectáculos como el del pasado sábado, y de otros que faltan por venir en los próximos días, como “Un marido ideal”, de Óscar Wilde o “La viuda valenciana”, de Lope de Vega.

 

Antonio Arbeola

Castellón Diario

16/07/2019

COMEDIAS DE FIGURÓN

 

En el Teatro de la Comedia de Madrid se representa estos días Entre bobos anda el juego, de Francisco de Rojas Zorrilla, uno de los mejores ejemplos de lo que se dio en llamar comedia de figurón por protagonizarla un personaje grotesco, fanfarrón y narcisista que al final de la obra quedaba en ridículo y que tanta fortuna tuvo en los teatros de los siglos XVII y XVIII, incluso del XIX. Si bien en este último siglo el figurón fuera ya más político que amatorio, y su escenario habitual, los periódicos.

Me consta que los responsables de la programación de la obra de Francisco de Rojas no pensaban en las elecciones que se celebrarán en el mes de abril en España, pues se estrenó antes de la convocatoria de estas, pero la asimilación con ella es inevitable. No por el título, líbreme Dios, que de ningún modo quisiera uno faltar a los candidatos, o por lo menos no a todos ellos, sino por el figurón que protagoniza la obra y que, en el caso de la de las elecciones, está aún por identificar. Aunque, a la vista de la descripción que del figurón se hace en el programa de presentación de la obra de Francisco de Rojas: “Personaje cargado de faltas (avaricia, orgullo, pedantería, etcétera) al que se caricaturiza y se rodea de una peripecia que se va enredando hasta su final”, quien más, quien menos, se podrá hacer una idea de cuál de los candidatos a gobernar el país tras las elecciones es el que más se ajusta a esa imagen. Sinónimos de figurón serían pomposo, hinchado, vano, engreído, pretencioso, presuntuoso, hueco…

 

Lógicamente, cada español cargará con esos adjetivos al candidato que menos le guste, se ajusten a su perfil o no, pero parece evidente que algunos de ellos encajan más con el personaje del figurón que los otros. La coincidencia de varios de ellos en estas elecciones hace difícil, no obstante, elegir uno solo. Así que habrá que esperar al desarrollo de la campaña electoral, esa tragicomedia de enredo que durante 15 días tratará de captar la atención de los españoles como si fuera una serie televisiva más, para ver cuál se erige en el figurón principal de la obra, el Lucas del Cigarral que en la de Francisco de Rojas pretendía conseguir los favores de la bella Isabel de Peralta, enamorada de otro caballero, o —en la de Agustín Moreto El lindo don Diego—, el vanidoso que cae en la trampa que le tiende su prometida para probar su sinceridad y que en su empeño no dudan en ponerse en ridículo ante los espectadores como de continuo vemos en la política nacional. Los nombres que se me pasan por la cabeza son numerosos, así que no recordaré ninguno.

El figurón de comedia, dice la historia del teatro español, derivó en el figurón político que pobló las revistas satíricas del siglo XIX y que daría paso a su vez al paleto provinciano de tanto éxito en el siguiente y cuya presencia llega hasta nuestros días mudada en muchos disfraces, pero todos con un denominador común: esa vanidad inmensa que lleva a algunas personas a tomarse tan en serio a sí mismas como para creerse los salvadores de una patria que lo único que necesita es que la gobiernen bien. Una actitud que por peligrosa puede volver la comedia en tragedia. El último ejemplo de ello es la que se representa estos días en el Tribunal Supremo de Madrid y en la que el figurón es precisamente el único que no está en el escenario.

 

Julio Llamazares

El país

02/02/2019

TEATRO Y JUEGO

 

Gozo del buen teatro, diversión juerga, palabras. Para Bertolt Brecht la primera y suprema sentencia es divertir. En este sentido, Eduardo  Vasco y su elenco son radicalmente brechtianos aunque no tengan que ver con Brecht. Es más yo creo que Vasco ha ido dejando en el camino jirones de una estética de penumbra y de sombras que codificó como estilo propio hace años. Eduardo es un esteta, a veces demasiado académico.

En este montaje hay mucha luz y mucho chisporroteo. Entre la farsa y el vodevil. Vasco logra conjuntar una buena interpretación, disparatada en ocasiones, en la que sobresalen el gracioso impecable de Arturo Querejeta, la dama joven de Isabel Rodes y el galán don Pedro, de Daniel Albadalejo. Y el figurón lechuguino y almibarado de José Ramón Iglesias. Buscarle paralelismo a este personaje en los tiempos de hoy quizá no tenga demasiado sentido aunque en estos tiempos todos sea un contradiós caótico. Comedia de figurón, comedia que desata los impulsos creativos de Lorenzo Caprile en una doble vertiente, el lujo y la pobreza; un vestuario de lujo pobre y un vestuario de teatro pobre en ocasiones rico.

La palabra ajustada de Yolanda Pallín poniendo dique al torrente de Francisco de Rojas Zorrilla. Más que un simple adaptadora, Yolanda Pallín me parece una autora en busca de personajes, pirandelliana unas veces, brechtiana otras. Sus seguidores siempre esperando de ella una obra genuinamente propia.

 

Javier Villán

Metropoli (El mundo)

21/02/2019

"ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO", UN DIVERTIDO CLASICO RECONQUISTADO POR NOVIEMBRE TEATRO.

 

Si bien, los hacedores principales son la autora de la versión Yolanda Pallín, y el director Eduardo Vasco, toda la Noviembre Compañía de Teatro se da a sí misma un premio que comparten con los espectadores que llenan todas las funciones con entusiasmo: tras la tragedia romántica de Lope de Vega, El caballero de Olmedo —en esta misma sala la pasada temporada—, ahora una comedia montada con la agilidad de un vodevil. Si allá y entonces descubríamos una poética escénica sobrecogedora, de una belleza fascinante, ahora no paramos de reír con personajes hilarantes, situaciones sumamente ingeniosas, y unos “brotes” musicales populares donde diversos géneros sorprenden guiados por el propio director, musicólogo y compositor que en esta ocasión abandona su habitual clasicismo y logra impactar. Humor popular muy festejado por el público (especialmente por las mujeres ante el tema que abre y cierra la función “No hay marido bueno”) que en ningún momento se descabalga del ingenio elegante, de la inherente riqueza del lenguaje y la dimensión tragicómica de un mundo con escenografía minimalista, más ambiental que otra cosa, y arropados magistralmente por un vestuario colorido y siempre significativo.

Nada desentona, ni siquiera el barbudo actor que hace de solterona ansiosa por pillar a un galán que se le escapa de las manos sin llegar a tenerlo (Antonio de Cos), tan bien implicado en el juego vodevilesco como la belleza sensual de la protagonista (Isabel Rodes) tras el recio caballero que la pretende con dificultades varias (Daniel Albaladejo). En el centro de la feliz humorada el prepotente ricachón Don Lucas (José Ramón Iglesias), y cercanos en ingenio, los criados Cabellera y Andrea, interpretados por Arturo Querejetay Elena Rayos, al tiempo que Fernando Sendino compone con hidalguía al sempiterno gentilhombre muy afectado en breves secuencias.

Todo circula y asciende con matices en torno a situaciones endiabladamente liosas y gozosamente enfocadas con un aire ingenuo, incluidos toques infantiles como caballo de juguete con canción con aire cubano, en un montaje que Eduardo Vasco ha tenido muy claro en lo conceptual y que explica con precisión en el programa de mano:

"En Noviembre Compañía de Teatro hemos apostado, de la mano de la CNTC, por llevar a escena esta comedia también llamada Don Lucas del Cigarral, nombre del personaje estrambótico que recibe el calificativo de figurón. Un tipo satirizado que no queda tan lejos de muchos de los que nos encontramos en nuestros tiempos, que entienden que el dinero es suficiente argumento para imponer su manera de ver el mundo. 

En las últimas décadas el vate toledano ha sido reivindicado, con razón, por sus magníficas comedias y aquí tienen una muestra. La escribe en 1638, en sus mejores años, cuando ya tiene suficiente obra a sus espaldas para ser considerado uno de los dramaturgos que iban a marcar época. Pero muere supuestamente en un lance callejero a los 40 años, dejando en el aire lo que podría haber sido la evolución de la Comedia Nueva hacia territorios más canallas, más satíricos"

 

Horacio Otheguy Riveira

culturamas.es

24/02/2019

ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO

 

Ir al teatro para disfrutar con una comedia de enredo, de tríos, de parejas, de “capullos” sin remedio, de ególatras y de enamoramientos, de damas y vasallos, de amos y criados que hacen la vista gorda a sus empleadores funestos. De guapos y de feos, de viajes y posadas con cuartos secretos, de insistencia y perseverancia, de celos, de dineros, de fingimientos. 

Llevado todo con hilaridad y ritmo sin freno. Como en un juego. Un divertimento. Personajes de aspavientos, grotescos, divertidos, bobos, exagerados, al fin y al cabo, nuestros.

Entre bobos anda el juego, repetido y sin entendimiento, de Francisco de Rojas Zorrilla, que fue escritor áureo y discreto, y divertía a la corte con su ingenio.

Hoy la Compañía Nacional de Teatro Clásico con Noviembre Compañía de Teatro nos la trae de nuevo de la mano de Eduardo Vasco en versión de Yolanda Pallín, en un montaje fresco y rápido, introduciendo toda la esencia del texto, adornando al figurón con todos los merecimientos, y el público desternillándose de ver tales despropósitos y desentendimientos.

El elenco, soberbio. Arturo Querejeta, que ya arranca las primeras risotadas con la descripción de su jefe, don Lucas del Cigarral, al que imaginamos un adefesio. José Ramón Iglesias que hace acopio de su desmedido personaje con un gran tino y acierto. Daniel Albadalejo, Antonio de Cos, Isabel Rodes, Elena Rayos,… que entre versos de serventesios, décimas y sonetos, nos van diciendo, a la postre, que no hay marido bueno.

Lo que sí resulta bueno es la interpretación, la puesta en escena, sobria y sencilla, pero suficiente, el vestuario acorde al momento, las canciones igual de divertidas para, al final, acabar el público, de pie, aplaudiendo. 

Que no falten estos bobos ni este juego, porque verlos no sé si nos hará más cultos y doctos, no olvidemos que hablamos de nuestro patrimonio literario, pero desde luego,  pasaremos un rato estupendo.

 

Alberto Morate

entradas.com

22/02/2019

LA VUELTA AL CALCETÍN.

La función discurre con la imprescindible liviandad y gana enteros a medida que José Ramón Iglesias se la come.

 

Hay dos tipos de directores: los que plantean un mundo nuevo en cada montaje y los que se van labrando un estilo propio. Eduardo Vasco es de los segundos. Con un plantel casi fijo de intérpretes y colaboradores, su teatro clásico es muy reconocible y, en algunos aspectos, paradigma del mainstream: cuidado de los detalles, sin perderse en ellos; manda el texto, manda el intérprete. Ha optado esta vez por Rojas Zorrilla, uno de esos dramaturgos de talla oscurecido por los gigantes del Siglo de Oro. Es difícil ser Salieri cuando Mozart vive dos calles más abajo. Este tipo, que dominaba los códigos más tétricos del honor, era capaz de darle la vuelta al calcetín y exprimirlos para hacer reír.

Eso ocurre en esta comedia ligera de dama casadera y pretendientes estereotipados: el rico, el estrafalario y el apetecido. La función discurre con la imprescindible liviandad y gana enteros a medida que José Ramón Iglesias se la come, con la impagable ayuda de un enorme sombrero que le ha encasquetado Caprile. Todos reman en la misma dirección –impecables Querejeta y Albaladejo- pero este hombre se muestra como un excelente cómico escondido (al menos para mí) hasta ahora. La mujerona representada por un hombre (De Cos) se revela una gran idea. El tiempo pasa volando.

 

P.J.L. Dominguez

Guia del ocio

22/02/2019

LA IMPORTANCIA DEL ACTOR SECUNDARIO.

 

Noviembre Teatro lleva, con Eduardo Vasco al frente, muchos años mirando hacia el Siglo de Oro, ya sea a través de la mirada de nuestros autores o la del gran referente de la escena universal que es William Shakespeare. Era de justicia, por tanto, que contaran, como se ha hecho en esta producción de «Entre bobos anda el juego», con el respaldo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico -que el propio Vasco dirigió-. Y más si, como es el caso, sigue el sendero de «modernización» -palabra siempre peligrosa- y «actualización» del citado repertorio, algo absolutamente necesario hoy en día.

«Entre bobos anda el juego» es una «comedia de figurón» estrenada en 1645 en Madrid. No se quedó, como tantas otras, en el olvido, sino que se ha representado de manera continuada hasta nuestros días. Con el eje del personaje de don Lucas de Cigarral, el «figurón», cuenta una historia de amores, matrimonios de conveniencia y, sobre todo, malentendidos. Hay en esta obra, como señala el propio Vasco, momentos líricos que se hilan con escenas propias de vodevil de una manera natural.

También es Vasco quien señala que solo teniendo a Rojas Zorrilla los españoles podríamos sentirnos muy orgullosos de nuestro teatro áureo, pero claro, sus «compañeros de pupitre» son nada menos que Lope de Vega y Calderón de la Barca, lo que explica su «empequeñecimiento»; lo que no quiere decir que sea un autor menor, simplemente que está en desigualdad de condiciones con los monstruos antes citados. 

 

Y «Entre bobos anda el juego» muestra su gran talento como autor. Es una comedia delirantemente divertida, con personajes que, a pesar de su perfil caricaturesco, muestran carne y hueso. La versión de Yolanda Pallín la ha liberado del polvo que pudiera tener, y con ella ha compuesto Eduardo Vasco un espectáculo lleno de frescura, coñón, desenfadado y afortunadamente desacomplejado, que provoca con ingenio las risas constantes del público (entre el que había mucho joven estudiante). Le ayuda a ello (además de la hábil escenografía de Carolina González y el deslumbrante vestuario de Lorenzo Caprile) un reparto perfectamente afinado, en el que destacan especialmente la sabiduría y aplomo del siempre admirable Arturo Querejeta y la capacidad de comunicación y gracia de José Ramón Iglesias. 

Julio Bravo
ABC.es
22/02/2019

"ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO": GOZOSO ENTRETENIMIENTO

 

Eduardo Vasco vuelve a aventurarse en los caminos de la comedia, el género en el que más ha brillado como director en su relación con un teatro clásico que, por otra parte, domina en todos sus tonos y registros. En esta ocasión, ha optado por Rojas Zorrilla para poner en escena una de las comedias de figurón más representadas: «Entre bobos anda el juego». La historia del ridículo don Lucas del Cigarral que pretende, aunque con muchos remilgos, casarse con doña Isabel, una joven dama que, por supuesto, no le corresponde y que, además, está enamorada de don Pedro, que es a su vez primo de don Lucas, está planteada con ese característico estilo de Vasco en el que prima, sobre todo lo demás, la agilidad y el gracejo en el desarrollo de la trama, sobre la que evita cualquier estorbo escenográfico –aunque esta vez hubiese sido conveniente marcar más en el espacio en algunas acciones con el fin de clarificar lo que ocurre–, y el trabajo de los actores, enfrentados al verso y a una comicidad que el director sabe bien que ha de emanar más del propio texto que de la interpretación. En este sentido, resulta llamativa y muy acertada la composición que ha hecho del figurón el actor José Ramón Iglesias, que, sin renunciar al nervio y al arrojo que tan bien casan con un personaje de naturaleza grotesca, ha sabido sujetarlo sin caer en la acostumbrada caricatura y amoldarlo dramáticamente a cada una de las situaciones que en realidad está protagonizando. Acompañándolo en el reparto, destacan dos fantásticas actrices que piden paso a gritos, como son Isabel Rodes y Elena Rayos, y otros veteranos del clásico como Daniel Albaladejo, siempre sobresaliente –aunque ya empieza a chocar verlo a su edad haciendo de galán– y Arturo Querejeta, que hace con la misma soltura un protagonista trágico que el pícaro gracioso que esta vez le ha tocado en suerte.

La juguetona música que el propio Eduardo Vasco ha compuesto con guiños extemporáneos y el vestuario de Caprile contribuyen de manera notable a que uno pueda pasar un buen rato de puro entretenimiento y buena poesía sin más pretensiones.

 

R. L.

larazon.es

22/02/2019

NO HAY MARIDO BUENO

 

La obra de Francisco Rojas Zorrilla (1607-1648) fue muy popular en su época por la agilidad de la trama de sus comedias y por los personajes característicos que mostraba en ellas; después pasó por un periodo durante el cual se le prestó poca atención, pero últimamente la crítica literaria se está interesando mucho en su trabajo como comediógrafo. ‘Entre bobos anda el juego’, una de sus comedias más representadas, sube ahora a las tablas del Teatro de La Comedia, en montaje de Eduardo Vasco, a partir de la versión actualizada que firma Yolanda Pallín.

La fábula de la obra se centra en un caballero adinerado y ridículo, don Lucas del Cigarral (José Ramón Iglesias), que pretende casarse con doña Isabel (Isabel Rodes), que a su vez, está perdidamente enamorada de don Pedro (Daniel Albaladejo), primo de don Lucas, a quien Isabel conocía porque le había salvado la vida tras una caída al Manzanares. La comedia de enredo que la versión de Pallín y Vasco aproximan a un vodevil, con rápidas escenas llenas de malentendidos, equívocos, y con música y canciones en directo, que acaban generando una serie de situaciones graciosísimas que provocan con facilidad la risa del público. Además de la pareja de enamorados, Daniel Albaladejo e Isabel Rodes, destaca también un graciosísimo e intencionado Arturo Querejeta en el papel del criado Cabellera. Junto a ellos, comparten escenario Fernando Sendino (Don Luis, pertinaz y amanerado caballero), Rafael Ortiz (Carranza), Elena Rayos (Andrea), José Vicente Ramos (Don Antonio) y Antonio de Cos (Doña Alfonsa).

El ritmo vertiginoso de los acontecimientos, en donde no faltan tampoco las peleas a florete (José Luis Massó es el asesor de movimiento y maestro de lucha), no evita, sin embargo, que haya momentos líricos entre la pareja de enamorados, don Pedro y doña Isabel, mientras que el hacendado don Lucas de muestras permanentes de su simpleza con sus gestos y movimientos exagerados y vestimenta ridícula que, junto al resto del vistoso vestuario, ha diseñado Lorenzo Caprile-, no deja de ser una figura esperpéntica que insiste obsesivamente en que sus 6000 ducados de renta anual le dan derecho a materializar cualquier capricho con la dama cuyo amor pretende comprar.

La sencilla escenografía (un telón con motivos madrileños pintados, que desaparece cuando los personajes se dirigen a Toledo), ha sido diseñada por Carolina González, y la eficaz iluminación es obra de Miguel Ángel Camacho.

La comedia hará las delicias del público asistente y las canciones que se han compuesto para la ocasión, ayudan de principio a fin a mantener esa sonrisa y a recordarles a ellas que, por mucho que busquen, los maridos -todos- son manifiestamente mejorables.

 

José-Miguel Vila

Diariocritico.com

19/02/2019

UN "FIGURÓN" CON ROPAJES CLÁSICOS.

 

Vuelve Noviembre Teatro a la Compañía Nacional de Teatro Clásico o, lo que es lo mismo, regresa el director Eduardo Vasco a colaborar con la institución que encabezó desde 2004 hasta 2011. Será esta la segunda vez, después de su paso la temporada pasada con «El caballero de Olmedo». Y lo hará en esta ocasión para poner en pie una de las comedias de «figurón» más representativas de nuestro teatro barroco: «Entre bobos anda el juego».

Con algunos de sus habituales actores en el reparto, entre ellos los muy aplaudidos, y ya veteranos, Arturo Querejeta y Daniel Albaladejo, el director coloca en esta ocasión a José Ramón Iglesias en la piel del protagonista don Lucas del Cigarral, que es en la obra de Rojas Zorrilla ese «figurón» que da nombre al género, un personaje que evoluciona de la comedia de capa y escapa y que se caracteriza por aparecer caricaturizado en sus incontables defectos morales e intelectuales. «Esta vez necesitábamos un tipo descacharrante –asegura Vasco–, y ese es José Ramón, que además forma parte de la familia Noviembre».

Don Lucas del Cigarral es un tipo adinerado, ocioso y petulante que se ha enamorado de doña Isabel de Peralta, la cual, por supuesto, no solo no le corresponde, sino que además está enamorada de don Pedro, el primo de don Lucas. Con este argumento, Rojas Zorrilla establece un juego cómico de exquisita precisión que roza la farsa en algunas situaciones y que no ha dejado nunca de funcionar desde su primer estreno en 1645.

 

Un autor a ras de suelo

«Creo que la virtud de Rojas es que un autor que sabe estar a ras de tierra –explica el director–. Él no hace comedia cortesana o comedia galante, sino que usa personajes o caracteres muy de la calle, muy cercanos. Bebe más que otros grandes autores del Siglo de Oro de la picaresca y, muy especialmente, del entremés». El espectáculo, que parte de una versión de Yolanda Pallín, habitual colaboradora de Vasco, «se mantiene fiel en la puesta en escena a una estética clásica –dice el director–. Es verdad que hay siempre guiños al espectador para hablarle de hoy, pero nosotros dejamos claro en nuestra propuesta que esto es una obra del siglo XVII, no de hoy».

Apuesta de este modo Vasco, como suele ocurrir en sus trabajos sobre textos clásicos, por defender la comedia más desde la esencia misma de sus mecanismos que desde una «modernización» de los argumentos: «Creo que la contemporaneidad de estas comedias está, precisamente, en su vigencia como pieza pura de disfrute –asegura–. Se trata de demostrar que lo cómico puede seguir funcionando; y eso se consigue si el autor y la obra son buenos. No hace falta vestir a los personajes de El Corte Inglés. Permitir que el espectador entre en el contexto histórico de la obra es casi siempre más interesante y revelador que descontextualizar el argumento».

 

Raúl Losánez

La razón

13/02/2019

YO SOY VULGO

 

Yo vengo de la cantera universitaria de los 90. Eran los últimos coletazos de cuando en aquellas aulas la inquietud se disfrazaba de revolución y se cocían buenos caldos con sabores que aún persisten. Era la época de los certámenes universitarios, de cuando se otorgaban subvenciones para que desarrolláramos la creatividad, la protesta bien conducida, sin tanto calvario administrativo, sin padrinos con derecho a roce, ni telefonazos descarados. Se respetaba ese teatro nacido de la universidad, se garantizaba formación a sus componentes con mucho mucho Almagro e incluso giras. Yo empecé así como actor y director y tuve la suerte de entrar por la puerta grande, ya que interpreté a un figurón delicioso, cándido, rústico y vapuleado por dos primas, una que era la harpía -le faltaba poco para ser figurona- y la otra que era la moderna, la abanderada feminista, en un Madrid repleto de lindos y mosqueteros, de curas pérfidos e ingeniosos hidalgos: era yo pues Don Toribio en El agua mansa del dios Calderón. Dirigido por mi maestro entendí lo que era eso que se lleva hoy tanto entre tanto snob dramático -tanto figurón también- de amar al personaje, de conectar con él… Iba yo con atuendo de un Pinocho ibérico y andares de Jerry Lewis, dando vida muy agradecido a este singular personaje quien, al final, no resultaba ser ni tan ridículo ni tan cateto, sino que con el espejo de su inocencia, obligaba sin querer a los mamarrachos de aquellos madriles a contemplarse en el vidrio, sin embargo sus egos les impedía verse como auténticos impresentables o casquivanas o amas interesadas o pícaros infinitos. Nada nuevo bajo el sol.

    Yo soy vulgo 100%, aunque me disfrace de crítico teatral, y ayer, este mandamiento lopesco de congraciarse con el respetable para que la obra brille y llevarse al público de calle, triunfó. Por lo tanto, me reí de lo lindo con el lindo protagonista y el elenco que le arropaba. Era el ensayo general y todo era perdonable, pero no hallé ni agravios ni yerros que perdonar. El público ya entraba con ganas de marcha, de pasárselo bien. Un ambiente de sala de concierto casi, de estar alerta y, al primer retruécano, al primer mohín, o chiste, o ingenio o ese alarde tan de agradecer que es hablar en verso con maestría y salero, el público correspondía con entusiasmo. Tal era el caso de Querejeta quien, con el aria descriptiva de su señor/figurón nada más comenzar, ya calentó el patio. Durante la función, hubo aplausos inesperados, murmullos positivos, también se olía la atmósfera de corral con aquellos telones pintados que hacían de la función un simpático guiñol, por aquello de tanta trola, de tanta mentira que tanto nos gusta en el teatro aúreo. Muchos sombreros gigantes, volantes exagerados, plumas multicolores y un afrancesamiento que se condensaba tanto en el ridículo, malicioso, envidioso, vengativo, patético, solitario y BRILLANTE, Don Lucas, quien, junto con su hermana Doña Alfonsa, quasi travesti/trovador por accidente, me fascinaron. De Cos, con sus desmayos versallescos, incitaba a la carcajada. Sólo con la actuación de José Ramón Iglesias, dan ganas de volver a ver la obra con tal de verlo de nuevo. Me chocaba un tanto, eso sí, salvo la de la obertura, el resto de las piezas musicales: por muy adaptadas y jocosas que sonaran, me parecían innecesarias -el tango y el rock sobre todo- ya que de por sí el montaje ya era una delicia por los cuatro costados. Respiraba por sí solo. La música ha de ir de la mano de la palabra, pero a veces el cheek to cheek debería ser más acompasado. Las secuencias cinematográficas allegre ma non troppo para que la arquitectura de siempre, el enredo de siempre y la galería eterna de siempre, puesto que de todos es sabido que esta fórmula se repetía de manera despiadada y lo que se valoraba era la chispa, el cómo se resolvía y la sal y el salero para que el vulgo quedara saciado, como yo. 

   El figurón de Rojas Zorrilla encaja mejor hoy en día que el que yo interpreté en su día. Es el de Rojas la malicia y la avaricia, frente a la ternura y la generosidad de Don Toribio. El de Rojas quiere que lo amen por su dinero, el de Calderón, por lo que ya no tiene y sólo presume. Uno se retrata y el otro retrata. Aún así, que cada cual se quede con el que mejor conecte. Yo, con el segundo, sin duda alguna. Pues bobos (snobs dramáticos) sigue habiendo y entre ellos, su juego eterno.

 

Carlos Herrera

masteatro.com

14/02/2019

TEATRO: "ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO"

 

Así que resulta que Eduardo Vasco ha empleado toda su sabiduría teatral (que es mucha) en organizar una formidable fiesta, que no otra cosa es su versión del inmortal clásico del siglo XVII de Rojas Zorrilla, a la que invita al público como espectador privilegiado con la única obligación de disfrutar.

¡Y vaya si lo hace!

 

Para ello, Vasco ha realzado todo lo que el texto original tiene de exagerado (que es mucho) para conseguir una flamante farsa entre el vodevil y el correcalles para lo que ha contado con una espléndida guarnición que le secunda y acompaña.

 

Así, un desbordante José Ramón Iglesias, exagerado e histrión, se convierte en un formidable pretendiente maduro de una dulce y firme Isabel Rodes quien, como es de imaginar, tiene sus ojos puestos en un firme y bien plantado José Vicente Ramos que no tiene, dicho sea de paso, un real; como tampoco lo tiene un pícaro Fernando Sendino quien también la pretende, lo que no impide que toda una matrona (con afición a embarcar a todos en canciones según sople el viento)  encarnada por un espléndido Antonio de Cosse deje seducir por su (nada fácil) verbo el gran Arturo Querejeta, chismoso, locuaz y sensato, intenta poner orden junto a un serio e irónico Daniel Albaladejo y escoltado por una vivaz Elena Rayos y un inquieto Jesús Ruiz.

 

Como mosqueteros se comportan todos para uno y uno para todos, haciendo enredos para volver a deshacerlos, dejarse llevar por inesperados brotes de lirismo, esconderse y perseguirse, aparecer(se) y desvanecerse (sobre todo Antonio de Cos) durante toda una celebración de las cosas de la vida, que son, al fin y al cabo,  las cosas del querer o, lo que es lo mismo, las cosas a las que jugamos los bobos.

 

¡Y que no decaiga!

 

Luis de Luis

periodistas en español.es

14/02/2019

EL INGENIO AL SERVICIO DE LA BURLA LLEGA FRESCO Y JOVIAL DESDE EL SIGLO DE ORO

 

Una excelente comedia de hace cuatro siglos que no necesita manipulaciones sino respeto e inteligencia para ser de máxima actualidad. Es lo que vuelven a aplicar Yolanda Pallín y Eduardo Vasco, una de las parejas profesionales más competentes de nuestro teatro, la más competente hablando de clásicos. Una gran producción para servir hilaridad de alta calidad. Cuando la diversión no está reñida con la excelencia.

Don Lucas del Cigarral es un caballero adinerado, ridículo y desmedido que pretende casarse con doña Isabel de Peralta, que sin embargo ha quedado prendada de don Pedro, -primo de don Lucas, y tan apuesto como pobre-, en un anterior encuentro fortuito; se reencuentran porque el propio don Pedro es el encargado de realizar los primeros contactos con la dama antes de la boda. Mientras intentan burlar a don Lucas, pugnan también con dos estorbos: otro galán, don Luis, que también pretende a Isabel y una dama, doña Alfonsa, hermana de don Lucas, que anda detrás de don Pedro. El enredo está servido y a cargo de Cabellera, Carranza y Andrea, los criados que sujetarán una trama que transcurre de camino entre Madrid y Toledo, con parada y fonda, nocturnidad y desencuentros entre bobos de los que el más bobo es el más listo a la postre.

Comedio de enredo, y más aún, comedia de figurón, con un personaje ridículo, presumido y botarate de los que hacían las delicias de los españoles del siglo XVII y hacen las delicias de los de hoy, que no han cambiado tanto. Historias nacida para el vulgo que Noviembre Compañía de Teatro quiere mantener así aunque sea al precio de rozar el esperpento, y de cargar las tintas graciosas de los tres 'malos' de la pieza -más que malos, bobos efectivamente- exagerando el ridículo irrisorio de Don Lucas, de doña Alfonsa y de don Luis. A cambio nos ofrecen una maravillosa dicción del verso castellano convertida en lúcidos diálogos y destellantes juegos de palabras, aderezada con músicas oportunas que pegan a las mil maravillas.

En un escenario minimalista de Carolina González, donde destaca el precioso telón, con un despampanante vestuario de Lorenzo Caprile, el director borda su tarea con no solo excelente y sencilla banda musical que elogiamos sinceramente, sino con un perfecto desgranar de la trama -gracias también al asesor de movimiento José Luis Massó-, sin necesitar asesor de verso (pues él con su experiencia lo entiende mejor que nadie), y una buena dirección de actores. 

Reparto perfecto gracias a su experiencia y especialización de muchos años en nuestro teatro clásico. Aquí están de nuevo los veteranos Arturo Querejeta y Daniel Albaladejo siempre acertados, un José Ramón Iglesias graciosísimo, un Antonio de Cos bien completo guitarra al ristre, y una Isabel Rodes clavada de damita rebelde. Quizás la pareja Don Luis-Carranza queda un poco desajustada tan, tan histriónica, mientras que Andrea resulta siempre acertada, más discreta. Buenísima la canción de los maridos que abre y cierra la pieza. El público del estreno, nutrido de invitados, se prodigó en ovaciones merecidas. Poco tiempo en cartel, difícil estará encontrar entradas.

 

José Catalán Deus

El periodista digital

14/02/2019 

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