CRÍTICAS Y RESEÑAS

«LA RUTA DE DON QUIJOTE»: EL VIAJE ENTRETENIDO

Eduardo Vasco dirige a Arturo Querejeta en la adaptación teatral del libro de Azorín

 

Emprendió viaje a La Mancha Azorín (1873-1967) en 1905 para enhebrar en las crónicas que iba enviando a «El Imparcial» el pulso rural de la España de su tiempo y los rastros que adivinaba de la de Cervantes, siguiendo el rastro del Caballero de la Triste Figura al cumplirse el tercer centenario de la publicación de la primera parte del «Quijote». Salió desde Madrid en tren hacia Argamasilla de Alba y desde allí, durante quince días, pasajero de un carro conducido por un vecino de Alcázar de San Juan que había sido pastelero, visitó pueblos, anduvo por sus calles, conversó con quienes encontró y fue agavillándolo todo con su magnífica, precisa y penetrante prosa en los textos que enviaba al periódico y luego reunió en un libro.

De forma también magnífica, precisa y penetrante, Eduardo Vasco ha agavillado las crónicas del escritor alicantino en un hermoso espectáculo que recrea ese viaje narrado por un Arturo Querejetatransfigurado en José Martínez Ruiz. Fotos, proyecciones, un sencillo y eficaz aparato escenográfico y el talento del actor bastan para recrear gentes y lugares, los personajes populares y las fuerzas vivas de las localidades que recorrió Azorín. Un vívido retrato de aquella España en blanco y negro que salta con garbo de las páginas al escenario.

 

Juan Ignacio García Garzón

ABC

13/10/2017

LA RUTA (TEATRAL) DE DON QUIJOTE

Bienvenido 'Azorín' en estos días difíciles, un gran montaje que ayudará a pasar el trago

 

José Martínez Ruiz 'Azorín' vivió 90 años y murió hace medio siglo. Es uno de los mejores prosistas de la lengua española y también escribió teatro (siempre esperando que alguien se atreva a entenderlo). Bien está acordarse de él, marginado por el sectarismo izquierdoso durante todo el juancarlismo. Eduardo Vasco tiene el mérito de haber llevado bien y oportunamente al teatro sus crónicas periodísticas de la ruta de Don Quijote. Un hermoso montaje, una buena producción y una entrañable interpretación de Arturo Querejeta. Absolutamente imprescindible.

'Azorín'escribió cientos de artículos, entre ellos algunos seriales de viajes por España entre los que destaca este, una serie de quince crónicas para el periódico El Imparcial, que serían recopiladas posterioremente en un libro. Era 1905, tercer centenario de la aparición de la primera parte del Quijote y el periodista marchó a ver qué quedaba de aquellos lugares, gentes y paisajes que inmortalizara el libro. Con sencillez y naturalidad va narrando su salida de la pensión madrileña donde vive hacia Argamasilla de Alba, primero en tren, luego en dfiligencia; su alojamiento en la fonda de la Xantipa durante unos días tratando de captar el ambiente, la esencia manchega. Después partirá en carro hacia Puerto Lápice, describiendo los paisajes y allí se aloja en el mesón de Higinio Mascaraque, desde donde se dirige a las lagunas de Ruidera, la cueva de Montesinos, y más tarde a contemplar los molinos de viento en Campo de Criptana. Su siguiente destino es El Toboso, y después Alcázar de San Juan, donde finaliza su viaje siguiendo la ruta que marca Miguel de Cervantes en su libro.

La adaptación teatral es buena y nada se pierde de la excelente narración, periodismo poético del bueno y del que ya no se puede hacer, castellano de una riqueza hoy olvidada, 'impresionismo descriptivo' lo han llamado, esas frase cortas de sintaxis simple, ese conceptismo salpicado de culteranismo relampagueante, de series de dos, tres adjetivos, realmente poderosas.

Arturo Querejeta (largo tiempo vinculado a la Compañía Nacional de Teatro Clásico y  con muchos trabajos compartidos con Vasco), encarna al periodista, reproduce sus diálogos con la gente, y desgrana sus impresiones, casi siempre carentes de juicios de valor, casi siempre pobladas de juiciosa melancolía. Sólo en un par de momentos aflora ese pesimista dolor de España, esas comparaciones injustas con el extranjero, esas condenas sin matices de nuestros defectos y esas cegueras injustas de nuestras virtudes. Y sólo al final 'Azorín' quiere ser filósofo y alrededor de un quizá cervantino elucubra un poco en falso. A Querejeta, este 'Azorín' campechano, le secunda Daniel Santos como ayudante silencioso que ayuda a dar vida discreta a la escena.

Por lo demás, el montaje es imnpecable, un verdadero ejemplo de lo que hay que hacer con monólogos y diálogos teatrales a menudo puestos en escena de manera sosa y cicatera (sirva de ejemplo sin ir más lejos a los productores de "Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus", que acabamos de reseñar hace unos días. La escenografía de Carolina Hernández es ingeniosa, consiguiendo tres niveles con casi nada. Sus ilustraciones en vídeo y el vestuario gozan de la misma virtud, originalidad sencila. Espacio sonoro e iluminación contribuyen a un notable acompañamiento formal para un texto sin concesiones a ninguna de las modas que nos asolan, y por tanto virtuoso y necesario. 

Una producción sobresaliente que dignifica la temporada en la cuarta visita de la compañía a La Abadía tras No son todos ruiseñores de Lope de Vega (2000), y Hamlet (2004) y Noche de Reyes (2012) de Shakespeare. Una compañía seria, un director competente del que se dice que podría ser el próximo director del Festival de Almagro. Una duración perfecta, esos 75 minutos que pocas veces está justificado rebasar. Bien por el Teatro de la Abadía.

 

Juan Catalán Deus

perioditadigital.com

04/10/2017 

“LA RUTA DE DON QUIJOTE”, UN POÉTICO VIAJE POR TIERRAS MANCHEGAS A PRINCIPIOS DEL SIGLO PASADO.

 

Fue el quién acuñó el término y es considerado como el máximo representante de la Generación del 98, movimiento literario que definió, conceptualizó y defendió. Hablo de Azorín, seudónimo de José Martínez Ruiz (1873-1967), ensayista, novelista, autor de teatro y crítico. Su prosa sencilla, precisa, lacónica, exacta no está de moda, es cierto, y eso que estamos en la era de Twitter, pero ¿quién dijo que la mayor o menor popularidad de un libro, de un autor, es el baremo de su auténtico valor? Seguramente un necio.

Eduardo Vasco ha adaptado y dirigido ‘La ruta de don Quijote’ de Azorín para que pueda verse en escena y los madrileños tenemos ahora la oportunidad de hacerlo en apenas 75 minutos y en el Teatro de la Abadía hasta el próximo 15 de octubre. Puede ser una estupenda oportunidad para redescubrir a ese Azorín que muchos no conocen más que a través de los textos académicos como uno de los autores integrantes de aquella generación de escritores de finales del XIX y principios dell XX cuya obra global es una buena muestra del quehacer de todo un grupo de intelectuales en una época de crisis de identidad nacional , al menos tan fuerte como la que estamos atravesando hoy en España.

En ‘La ruta de don Quijote’, un libro de viajes compuesto por quince crónicas que Azorín fue publicando en El Imparcial, y que luego reunió en este libro, , se relata su periplo por tierras manchegas siguiendo los pasos del personaje creado por Cervantes, el más universal de la literatura española. Y en el montaje de Vasco la figura de Azorín es encarnada por Arturo Querejeta, quién, partiendo de su pensión en Madrid en el año 1905 (el tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote), , desvela, a través de encuentros, anécdotas y reflexiones vividas en tierras manchegas (Argamasilla, Puerto Lápice, Alcázar de San Juan, Campo de Criptana, las Lagunas de Ruidera
) , lo que considera el germen de la inmortal novela cervantina al tiempo que, con esa excusa, se acerca a la esencia de España y lo español.

Arturo Querejeta da en la función una cautivante lección de interpretación poniendo también cuerpo y voz a los numerosos personajes con quienes se topa el escritor en su camino y con quienes mantiene jugosos encuentros y conversaciones.

El lenguaje melancólico, poético y preciso a la vez de ‘La ruta de don Quijote’ puede, con esas descripciones del árido paisaje manchego y de sus recios personajes, sonar hoy como de tiempos pasados, pero es de una sonoridad exquisita y en boca de Querejeta alcanza una altura extraordinaria.

La puesta en escena de Vasco combina algunas imágenes del paisaje manchego sobreimpresionadas al fondo del escenario, poblado únicamente con unos cuantos enseres (mesas, sillas, perchero, etc.) con los que va jugando el actor para convertirlos sin esfuerzo en un coche, un carro tirado por mulas, un apretado departamento de un tren de tercera clase, o la pensión madrileña de la que parte y las numerosas habitaciones que el autor alicantino recorre en su viaje por tierras de La Mancha.

El montaje en sí mismo es una verdadera delicia pero si, además, sirve para redescubrkr a Azorín, miel sobre hojuelas porque sería el vehículo necesario para hacer con el escritor alicantino la justicia poética que, al menos en nuestros días, creo que dista mucho de alcanzar.


José- Miguel Vila

diariocritico.com

04/10/2017

EL 98 Y LA ESPAÑOLIDAD

 

Los del 98 empezaron de anarquistas y cada uno acabó por su lado. Unamuno, del brazo de doña Carmen Polo de Franco, a salvo de Millán Astray, que quería pegarle un tiro. Antonio Machado en Collioure; Ramiro de Maeztu, fusilado por los republicanos. Ganivet, suicidado en Riga. Baroja se choteaba de falangistas que iban a visitarle: "Don Pío, ¿por qué no sale a pasear al Retiro?". Y don Pío: "Iría, pero esos cabrones de falangistas están en todas partes". Aunque respecto al modernismo de Valle Inclán muchos tratan de aislarlo de 98, Valle es indisociable. 

El 98 y el dolor de España, la españolidad del 98, España en decadencia. Azorín, como acaban de recordar Eduardo Vasco y Arturo Querejeta en La Abadía, también: La ruta de don Quijote, homenaje a Cervantes preterido siempre en España en beneficio de Shakespeare.

Arturo Querejeta, poliédrico y arduo trabajo, dramatizando los reportajes azorinianos de hace un siglo. Un Azorín vigoroso que igual finge decenas de voces, que mima el traqueteo de un carro o del tren. Azorín, tras el 36, fue fiel a la España de Franco, que no es la del Quijote, callando y yendo al cine con un paraguas rojo. Azorín es paisaje, adjetivo, levedad. Apenas hay pensamiento, hay sensaciones.

Unamuno intentó el teatro con Fedra, una tragedia seca y dura. Casi todo el 98 intentó el teatro. Y en términos estrictos solo se le ha reconocido, y tarde, a Valle Inclán. El teatro era el espíritu, la savia de El Mirlo Blanco, de los Baroja, donde iban Azaña y Rivas Cherif.

Ahora que La ruta de don Quijote ha puesto de moda a Azorín, recordemos Brandy, mucho Brandy y Old Spain, obras que probablemente Eduardo Vasco nunca escenifique. Azorín fue autor teatral de vanguardia. Como escritor, un purista del adjetivo y del paisaje. A veces usa la trinidad adjetivadora de Valle. Pero lo que en este supone tres niveles de definición -político, plástico y social-, en Azorín es pura tautología.

Sus amigos de casino son taciturnos, silenciosos, graves. El Madrid de Valle es absurdo, brillante y hambriento. Y el Marqués de Bradomín, feo, católico y sentimental.

 

Javier Villán

El mundo

02/10/2017

‘LA RUTA DE DON QUIJOTE’ CON ARTURO QUEREJETA COMO AZORÍN

 

Eduardo Vasco quiere que tengamos hambre de Quijote y para ello, lejos de ofrecer una perspectiva diferente, ha adaptado “La ruta de don Quijote” de Azorín para que pueda verse en escena. Y es una suerte, casi siempre lo es, que los libros puedan verse. Sobre todo si se trata de novelas insignes como ésta de Azorín, a la que, quizás no se le ha dado la importancia que tiene.

Una vez escuché por ahí “el Quijote está sobre valorado” y aún hoy me martillea esa frase lapidaria, por lo que tiene de estulta, sobre todo. Porque el Quijote es conocido en el mundo entero, sin olvidar que algunos pueblos se han apropiado de su figura para hacer negocio, pero muy pocos ojos han llegado a abrir sus páginas para vislumbrar su brillantez.

En la versión de Eduardo Vasco, Arturo Querejeta se nos presenta como el Azorín cronista dispuesto a recuperar para España la figura del hombre idealista y bueno que fue Alonso Quijano. Al mismo tiempo, sus quince crónicas para el periódico El Imparcial, que luego se convirtieron en novela, son testimonio directo de la España rural de principios del siglo XX. Querejeta se mete en la piel de Azorín, pero a ratos también es Cervantes, el Quijote, o cualquier aldeano de los lugares que recorre en busca de los vestigios quijotescos. Un actor que no se pierde en la amalgama de personajes que pululan por el texto y por su mente, que cambia de uno a otro como cambia de sombrero y que destila admiración por todos ellos. Una ruta y una visión, la de Vasco, nostálgica y arropada por una escenografía que puede parecer sencilla, pero en la que no faltan las nuevas tecnologías.

El Teatro de la Abadía y Eduardo Vasco, nos proponen un viaje por una España y una generación de escritores de los que sabemos, en realidad, muy poco. Pero también nos propone un viaje por un lenguaje que casi se ha perdido, a destacar la adjetivación preciosista de la que hacía gala Azorín y su sosegado ritmo narrativo. El público, al final, aplaude fuerte, admirado por el trabajo que hace Arturo Querejeta en escena. Un actor que forma parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico desde 1991 y que tiene más de veinte espectáculos en su haber. No podía fallar.

Susana R. Sousa

Todosalteatro.com

29/09/2017

QUEREJETA GUÍA CON MAESTRÍA HACIA LAS ESENCIAS CERVANTINAS SEGUIDAS POR AZORÍN.

 

Noviembre representó en el Teatro Municipal la adaptación de Eduardo Vasco de ‘La ruta de Don Quijote’ 

 

Arturo Querejeta brilló el sábado en el Teatro Municipal de Almagro con la interpretación de ‘La ruta de Don Quijote’, unos textos periodísticos de Azorín adaptados a las artes escénicas por Eduardo Vasco al frente de la compañía Noviembre. Cabe destacar la riqueza de estos textos en los que se describe de forma minuciosa la situación, en la época, de las tierras en las que sitúa su gran obra Cervantes, así como sus costumbres, gentes y típicas comidas, propiciando una interesante aproximación a las latitudes donde emergen las aventuras y desventuras de Alonso Quijano.

Con ‘La partida’, escrita en una pantalla en el lado posterior del escenario, es como comienzan estas andanzas de Azorín por tierras manchegas y, desde ese primer momento en el que se prepara para el viaje, Querejeta atrapa al espectador y lo traslada a la piel del escritor para no soltarlo en el tiempo que dura la obra. Con talento, convicción y maestría, la propuesta capta la atención y, no sólo no baja la intensidad, sino que ésta se eleva en los momentos precisos, vital propuesta de la que sale airoso, pese a las pecularidades del monólogo, el montaje.

Aunque Querejeta, como actor de formidables dotes interpretativas, es la piedra angular de la representación, el resto de la producción demostró estar a la altura, con un decorado cuidado con esmero y acierto para el viaje planteado y un magnífico vestuario de Carolina González. Pero la guinda, en cuanto a la ambientación, se la llevaron los efectos audiovisuales de Daniel Santos, que apostó por un certero despliegue de recursos que no dejó al espectador la opción de escaparse de la sumersión en Ruidera o que pudiese admirar los molinos en Criptana como si toda la estructura del teatro se hubiese teletransportado in situ a la localización de cada escena. Tanto los efectos de luces de asombrosa complejidad como los sonoros, con los que se podía apreciar a nuestro protagonista dentro de una cueva, fueron de una exquisita precisión.

La propuesta de Vasco revive, con contemporaneidad y dignidad, las esencias cervantinas que siguió Azorín al realizar la ruta del Quijote, con un fabuloso Querejeta, encarnando al autor de las crónicas para El Imparcial escritas a principios del siglo XX, como guía.

 

Luis Carlos Muñoz

LANZA Diario de laMancha

16/07/2017

ECOS MANCHEGOS

 

Al cumplirse el tercer centenario de la publicación de El Quijote (primera parte), allá por 1905, El Imparcial le encargó a Azorín una serie de crónicas sobre esos "lugares de La Mancha"en donde nació el inmortal caballero y en los que se desarrollan algunas de sus primeras aventuras.

En el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, Eduardo Vasco, rizando un poco el rizo, ha querido homenajear tanto al genio de Alcalá de Henares como a don José Martínez Ruiz, Azorín, un autor a quien pocos leen hoy a pesar su magnífica prosa, llevando a escena el conjunto de esas crónicas. En La ruta deDon Quijote el autor alicantino, simbiosis perfecta de periodista y de escritor, nos cuenta su viaje por esa Mancha desolada y quijotesca de principios del siglo XX, esbozando hermosos paisajes, físicos y psicológicos, de aldeas y pueblos como Argamasilla, Puerto Lápice, Ruidera o El Toboso, la patria de la sin par Dulcinea.

Para tamaña tarea era fundamental la elección del actor y Arturo Querejeta colma con creces las exigencias del personaje. Él solito, con la ayuda de algunas proyecciones de paisajes, lugareños y algunos grabados de El Quijote, cumple con la misión de hacer entendible el rico lenguaje azoriniano, ilustrando los traqueteos del viaje y dando voz a muchos de los parroquianos que poblaban tan vetustos lugares.

Bien interpretada, bien dirigida y bastante medida. Sin embargo, lo esencial en la pieza son las descripciones, las narraciones, las disertaciones... Cosas que poco funcionan en los escenarios, esos lugares que, como todos saben, requieren acción, desarrollo, sorpresas... En suma, un texto dramático.

Tampoco se intenta universalizar el discurso por lo que la pieza la disfrutan, de manera especial, los amantes de La Mancha.

 

Rosalia Gómez

Diario de Sevilla

06/04/2017

MEMORABLE REPRESENTACIÓN DE LA RUTA DE DON QUIJOTE EN EL TEATRO DE ROJAS

 

 Quizá Azorín, quizá Cervantes, quizá don Quijote, sin quizá Arturo Querejeta. Todos en uno, el actor, con toda la mar (producción y dirección) detrás, que ha construido un monólogo espléndido para representar, que no contar, buena parte de las impresiones y estampas manchegas que nos dejó escritas José Martínez Ruiz “Azorín” en su libro de 1905 La ruta de Don Quijote y antes publicadas en el diario El Imparcial.

La sociedad y la geografía manchega, el paisaje y el paisanaje se cruzan con la ficción del libro de Cervantes en los textos, que, de forma sencilla y limpia y con un estilo que rechaza lo complejo, Azorín escribe, y en los que refleja lo que ve, lo que piensa y lo que siente. No es este libro de crónicas en sí, sino una reflexión sobre una realidad que aprisiona la esencia de un ideal o de un personaje ideal.

La versión que ha realizado Eduardo Vasco para el teatro, en forma de monólogo de un actor que da vida al propio Azorín en su ruta y a los personajes con los que se encuentra en ella, es sintética, precisa y muy respetuosa con uno de los valores que más ensalzan la literatura de Azorín: la variedad y la riqueza de vocabulario y las detalladísimas descripciones. Si el autor de Monóvar había logrado casar para siempre La Mancha con Don Quijote, Vasco da un paso adelante y vivifica en el presente un texto con cien años de vigencia. Azorín y Vasco han sabido superar, sin caer en romanticismos o sentimentalismos rancios ni en optimismos desmesurados, tradicionales visiones de La Mancha como un espacio desolado, triste, seco, árido, inculto y casi fúnebre. Aún así, el respeto a lo verosímil hace que se presente al espectador un retrato fiel de la España rural y provinciana de la época (principios del siglo XX), donde el aislamiento y la incomunicación eran elementos consustanciales a los paisanos y la decrepitud decadente la característica de muchos pueblos.

La realidad es la que es y la ficción toma carta de naturaleza en esa realidad de manera indisociable. La ruta que se nos muestra, con palabra de Azorín y la voz de Querejeta, es la de la dignidad que el tópico había arrebatado a los seres con los que el autor se había encontrado en su viaje.

Hay que agradecer que se produzcan montajes como este que ha llevado a escena la compañía Noviembre por su valentía para adaptar unas crónicas/impresiones periodísticas de primeros del siglo XX y darles una estructura dramática con el fin de ponerlas al alcance de público de hoy. Eso es hacer cultura y eso es enseñar deleitando.

 No sorprende, porque ya estamos acostumbrados al teatro de este director, cómo Eduardo Vasco ha sacado el máximo rendimiento con el mínimo de elementos. También eso quizá sea una parábola de lo que es La Mancha como territorio ente la realidad y la ficción. La dirección del espectáculo es exquisita: el carácter itinerante de la obra es una clave que traslada literalmente el viaje realizado por Azorín a través de los caminos y lugares por los que transita el ingenioso hidalgo, Don Quijote.

Y no asombra, pues fascina, que esta apuesta teatral sea exitosa también en buena parte por el portentoso actor que la da vida, Arturo Querejeta, al que ya va siendo costumbre definir su trabajo con suma de adjetivos superlativos. El actor se transforma en un Azorín muy verosímil y muy creíble y se desdobla sin solución de continuidad en una interminable relación de personajes que sucesivamente aparecen y van dialogando con él. Es muy placentero para el espectador asistir a esa exhibición de recursos interpretativos, voces diferentes y registros tan variados como los que presenta el monologuista.

 La puesta en escena parece sencilla porque cuenta con muy reducidos elementos, pero muestra su complejidad para articular el muy efectivo uso del cine y las proyecciones fotográficas de imágenes reales con el fin de contextualizar lugares en los que se desarrolla la acción. La música es un efecto positivo más del que Vasco, músico también él, hace gala, pues como dijo Cervantes, “donde hay música no puede haber cosa mala”.

La ruta de Don Quijote, de Azorín/Vasco/Querejeta, es un espectáculo dignísimo, fino, educado y nada mentiroso, que pone de manifiesto la necesidad de profundizar en el conocimiento de la obra cervantina y su mensaje en la sociedad actual. La obra viene a concluir: nada en Cervantes es baladí y debemos atender a todo lo escrito por él, puesto que no da puntada sin hilo.

En este año de celebraciones del IV Centenario de la muerte de Cervantes, obras como esta, La ruta de Don Quijote, tan ilustradora a la vez que ilustrativa, tiene todas las razones y argumentos culturales y educativos para girar por los escenarios de Castilla-La Mancha y España.

 

Antonio Illán

El blog de Antonio Illán

13/11/2016

El Cervantes acoge el estreno de 'La Ruta de Don Quijote' 

Una adaptación teatral de las crónicas que Azorín publicó en el diario 'El Imparcial'

TELEMADRID

31/03/2016

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